Chao

Lo más terrible de estas cuarentenas es la partida inesperada y solitaria de los amigos artistas, que entran al reino de la muerte, sigilosamente, a escondidas de Dios, sin hacer demasiado ruido, en contraste con la vida misma: exuberante, creativa, festiva, lúdica y mágica. Esta vez se fue sin duda el más grande marionetista de Cartagena y uno de los mejores del país y de América Latina: Camilo De La Espriella. No lo recuerdo de otra manera sino detrás de los hilos y del entramado maravilloso de su magia incesante.

Gustavo Tatis Guerra
El Universal


Escribí ésta crónica de Camilo hace una buena tanda de años, cuando quisimos rendirle un pequeño homenaje en el festival de títeres Manuelucho que, realizamos de forma anual en La Libélula Dorada. Se puso muy contento. Algunos años más tarde, a los males de su diabetes y de su austeridad franciscana, se sumo un derrame cerebral. Le costo aceptar que no podría regresar al oficio y a las tablas. Es una pena no sólo despedir a un amigo, sino a uno de los grandes marionetistas que, ha fecundado la imaginación de este arte en nuestro país. Sus marionetas están huérfanas, y hoy desde su secreta alma le lloran. Largo adiós compañero de oficio y de sueños, nos veremos en el eterno biombo de la nada, gracias por los buenos ratos y la risa compartida. Se hizo Camhilo al andar.

Iván Darío Álvarez
Teatro Libélula Dorada

Camhilos y Camilo.  Barcelona, 1984.  Foto: Camilo de la Espriella.

Comentarios